Categorías: Desarrollo Sostenible y Energías Renovables
Es preciso recordar, al hablar de desarrollo sostenible, el origen de dicho término (así sea hoy en día casi una obviedad y en los textos actuales se omita mencionarlo): se formalizaron estas dos palabras por primera vez en el Informe Brundtland por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas en 1983. Su intención era y sigue siendo buscar alternativas <<[...] al <<progreso>> de la sociedad industrial avanzada [...] basado en el crecimiento irracional, el consumismo, el productivismo, la acumulación de capital a toda costa y la estandarización indiscriminada del mundo, conducentes a la dependencia energética de los combustibles fósiles y la guerra.>> (GONZÁLEZ L. DE G., FRANCISCO, 1994), porque, debido al desenfrenado crecimiento económico, el planeta Tierra ha venido evidenciando síntomas de una terminal enfermedad. El calentamiento global no es otra teoría de conspiración paranoica, sino una realidad que entra en conflicto con el estilo de vida de la vida moderna. Esta enfermedad tiene cura, aunque sea algo mucho más complejo que simplemente producir productos <<verdes>> y ecológicos. Requiere de una nueva preparación cultural para enfrentar el advenimiento de un nuevo paradigma global contrapuesto a la estandarización, a la industrialización, a la explotación y al antropocentrismo.
Una de las mejores medicinas para amortiguar este giro cultural son las energías renovables, es decir, energías capaces de regenerarse por medio naturales en una escala de tiempo humana. Ejemplos de lo anterior existen varios como la energía eólica, la energía geotérmica, la energía solar, la energía de la biomasa y los biocombustibles. El problema actual de estas fuentes energéticas es la eficiencia con la que un recurso natural se transforma en energía pura, en comparación con la fuentes de energía tradicionales de la sociedad industrial como la energía hidroeléctrica, la energía fósil o la energía nuclear. Situados a comienzos de la segunda década del siglo XXI, siguen siendo los combustibles fósiles como el carbón y el petróleo los que impulsan la economía global y los cuales siguen poniendo en riesgo la habitabilidad de nuestro planeta.
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